
Publicado: 02/07/2016
Todos
cuantos nos dedicamos a la limpieza de
comunidades en Chamberí sabemos por experiencia que tanto el amoniaco como
la lejía son dos de los productos más eficaces cuando se trata de buscar el
mayor grado de limpieza. El amoniaco es, sin duda, uno de los mejores
disolventes de la grasa que puedes encontrar, y como uno de los componentes de
la suciedad procedente de la contaminación es, precisamente la grasa, este producto
es uno de nuestros principales aliados en las tareas de limpieza. Pero cuando,
además de una limpieza a fondo, se busca la desinfección absoluta, es la lejía
la que ofrece los mejores resultados.
Conociendo el extraordinario poder de estos productos cualquiera podría pensar
que la mezcla de amoniaco y lejía podría multiplicar su poder limpiador. Sin
embargo, cuando entras a formar parte de una empresa de limpieza de comunidades en Chamberí, una de las primeras
recomendaciones que recibes es que nunca mezcles lejía y amoniaco. Ni tan
siquiera unas mínimas gotas. Cuando se juntan estos dos productos se produce
una reacción química en la que se produce un gas muy tóxico: el gas de cloro.
Al respirar este gas empiezas a sentir la irritación de la garganta y un ataque
de tos. La irritación continúa por los ojos y puede provocar mareos. Un
exposición algo más larga, de apenas unos minutos, puede llegar a provocar la
oclusión de las vías respiratorias e, inmediatamente, la muerte. El gas de
cloro fue utilizado como arma química en la II Guerra Mundial.
Todos los que trabajamos en Cubos
Chamberí sabemos que para limpiar superficies muy sucias nunca es buena
idea mezclar diferentes productos de limpieza: Sus componentes podrían entrar
en reacción y liberar gases tóxicos.